Borré mis huellas, quise que nadie me encuentre, quise
desaparecer y si bien tenía mucho que perder, lo perdí. Borre mis huellas una y
otra vez para que nadie me hallara, borré el rastro personal en el peor de los
laberintos que es el desierto. Era el desierto el que me hacia caminar y perder
todo, incluso perdí el tiempo, y eso que no había mejor lugar para entender al
tiempo que el desierto. Yo era la aguja bañada de luz, un punto
intrascendente moviéndose al ritmo de los segundos, el tiempo en el desierto,
el laberinto más grande del Aleph. Yo era esos segundos dentro del tiempo del desierto
en un inestable reloj de arena viejo. No era nada en ese solitario desierto
y por eso cambié la página de mi libro resquebrajado y borré mis huellas. Las
huellas las borré caminando, así nada más.
Si soy sincero no todo fue difícil, también me divertí. Fui bajando por eternos medanos de arena blanca, corriendo con el viento invisible,
creando todos los juegos como mis propios juegos y cantando mientras mis dedos
rascaban la arena. Supe divertirme solo, viendo a los pájaros como radares, y
contemplando las infinitas noches. Admito, aunque me de vergüenza, que sabía que
alguien pensaba en mí, dentro del rastro perdido alguien me seguía recordando,
y eso me daba fuerza, esa ilusión telepática me gustaba. Borré mis huellas muchas
veces, aunque igual pensaba que lo que se pierde todavía se puede encontrar. Tuve la boca
seca y soñé con agua, con personas y agua.
Los días siguientes jugué con el tiempo, con el rastro del
tiempo, camine en eternos círculos con los mantos polvorientos del deshabitado desierto. Ví que solo me encontraba buscándome a mí mismo y a mis pasos perdidos.
Vi que todo se tapa, que todo se nubla, se mezcla y se esconde, que todo se
pierde en el desierto. Todo se pierde en ese desierto que me busca a mí
mientras yo busco a mis ideas como pasos borrados, ideas que se perdieron en el
afán de esconder mis propios rastros en alguna de las puntas del desierto.
Tapé mis huellas y borré mi rastro para que nadie encuentre
nada mío, que nadie supiera nada de mí hasta que yo no lo supiera todo sobre mí.
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