17/6/11

Caminar en invierno


Todo eso que te pasa cuando caminas por la calle, a la tarde y a la noche, es lo mismo que me pasa a mí. Puede ser que estés volviendo de un lugar, un lugar especial que no tiene nada de especial salvo ese indicio de que las cosas andan bien. Vos sos vos. Vas caminando, las antiguas piedras son adoquines que esperan que las pises para ir sonando veloces como tortugas sobre un piano. Así voy caminando por esas baldosas flojas salpicando mis zapatos viejos y dibujando espirales con mi bufanda.
El frió penetra toda capa de piel que hayamos incorporado, pero estando eufóricos caminamos sin quejarnos disfrutando de esas inconscientes palmadas en el pecho que crean ritmos informales que se convierten en poesías del momento. Las miradas se cruzan de cuando en vez, y parecería haber confusión. No es nada grave, no sabemos con certeza si somos ladrones de experiencia o victimas de una aglomeración de circunstancias.
¿Qué hay de aquellos que caminan y no sienten nada? Todos sentimos nada alguna vez, solo que es más interesante evocar a los caminantes que sienten cosas. Y no solo soy yo el sensible que va por la vida caminando y sintiendo cosas. Si los sentimientos nos asustan, los podemos llamar pensamientos, da lo mismo. Siempre al caminar vamos discutiendo con nuestras amontonadas mentes desprolijas en la cabeza. Bueno, de eso se trata, el caos de nuestras proyecciones e ideas reciben un suspiro de felicidad y a veces se ordenan. Las pantallas internas se calman logrando ver los pasos que tenemos delante. Ahí cuando el bienestar es la posibilidad existente, los momentos extraños se piensan y se expresan mediante pequeñas locuras transparentes que nadie ve. Las ideas se reciclan y las coplas comienzan. Son aproximaciones a la libertad, esa etérea cosa que olvidamos porque al sentirla no la sabemos reconocer. Sonreímos, pensamos en compartir esta sonrisa, comentando esa mímica fugazmente con la primera persona que se cruce. Aquello se va dando paso a paso. Al conversar expresamos lo que no es transferible ni en el razonamiento más intimo. Y salimos al encuentro con nosotros mismos, crecen percepciones de nuestras propias imágenes.
Y volvemos por la noche desnudos con todas nuestras películas encima. El subconsciente en invierno apenas respira a través de lo que queda del año.
Somos tigres sin manchas, y al caminar nos vamos tiñendo de cemento y raíces. Cada uno tiene sus imágenes. No podemos pensar en casualidades, el caminar es sugestivo y para cada uno es distintas cosas, y es de esperar que un día de estos nos crucemos y acariciemos el camino, inhalando besos de delfines sedientos de aire.  


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que lindo lo que escribiste.-

Guido Palmadessa dijo...

Gracias Anónimo./

vera miloideo dijo...

qué lindo. hay tantas veredas que me conocen, más que otros tantos de desconcidos. un beso.

Anónimo dijo...

buena guidin, me gusta mucho, Sofi